Altair 8800, la chispa que encendió el sueño de Microsoft

Última actualización: noviembre 18, 2025
Autor: Isaac
  • El Altair 8800 disparó la fiebre del PC y propició la creación de Microsoft con Altair BASIC.
  • Gates y Allen desarrollaron el BASIC en un PDP-10, lo licenció MITS y nació el modelo de negocio por licencias.
  • El ecosistema creció con el bus S-100, la competencia del IMSAI 8080 y la inspiración para Apple I/II.

Ordenador Altair 8800 y relación con Microsoft

Hubo un momento en el que la informática saltó del laboratorio al salón de casa, y ese salto tuvo un nombre propio: Altair 8800. A su alrededor se tejió una historia de ingenio, prisa y puro talento que terminaría dando vida a Microsoft, la compañía fundada por Bill Gates y Paul Allen. A partir de una máquina con interruptores y lucecitas, un puñado de pioneros encendieron la mecha de la revolución del ordenador personal.

La anécdota suena a leyenda, pero está más que documentada: tras ver en Popular Electronics una minicomputadora llamada Altair 8800, Gates y Allen prometieron un software que todavía no existía, se encerraron a programar sin descanso, y llegaron a Albuquerque con una cinta de papel perforado bajo el brazo. Cuando aquel intérprete de BASIC arrancó a la primera, no solo nació un producto: nació una empresa y un modelo de negocio que cambiaría el sector para siempre.

De cohetes y calculadoras a microordenadores

Historia de MITS y los orígenes del Altair

La semilla del Altair 8800 se plantó años antes en Albuquerque. Ed Roberts y Forrest M. Mims III se conocieron en el laboratorio de armamento de la Fuerza Aérea, en la base de Kirtland (Nuevo México), y decidieron aprovechar su experiencia electrónica para fabricar kits para aficionados a los cohetes. Junto a Stan Cagle y Robert Zaller crearon MITS (Micro Instrumentation and Telemetry Systems) en el garaje de Roberts, donde comenzaron a vender radiotransmisores e instrumentos para modelismo.

El negocio de los cohetes funcionó a pequeña escala, pero MITS aspiraba a más. En noviembre de 1970, Popular Electronics presentó el Opticom, un kit de MITS que transmitía voz por un haz de luz LED. Con el paso del tiempo, Mims y Cagle perdieron interés, y Roberts se quedó con la empresa en 1969, mudándola a un local mayor para abordar un kit de calculadora basado en un conjunto de seis circuitos LSI de Electronic Arrays. El MITS 816 apareció en Popular Electronics en noviembre de 1971, con manuales escritos por Mims a cambio de kits; sin embargo, Texas Instruments irrumpió en 1972 con calculadoras completas a menos de la mitad de precio, arrasando el mercado y dejando a MITS con una deuda cercana al cuarto de millón de dólares.

Mientras tanto, la microelectrónica daba pasos de gigante. Tras el Intel 4004 de 1971, llegaron el 8008 en 1972 y el 8080 en 1974. En julio de 1974, Radio-Electronics anunció el Mark-8 de Jonathan Titus, un diseño para el 8008 que exigía a los aficionados encontrar piezas casi inaccesibles fuera de California. Aunque el Mark-8 encendió la chispa, Popular Electronics quería ser la primera revista en ofrecer un kit de microcomputadora real y asequible, y ahí es donde la historia se bifurca en recuerdos distintos.

Según el editor Art Salsberg, la revista tenía entre manos un diseño de Jerry Odgen, más simple pero algo «hackeado», y necesitaban un proyecto mejor para contrarrestar al Mark-8. Les Solomon, otro editor, contaba que Forrest Mims le habló de los avances de Roberts, con quien ya habían contactado años atrás cuando MITS buscaba ampliar su catálogo. Finalmente, Solomon y Salsberg llamaron a Roberts. Con la ayuda de Bill Yates (ojo, no confundir con Bill Gates), Roberts dio forma al Altair; Mims escribió el manual del operador y su propia unidad del Altair terminaría expuesta en el Smithsonian desde 1990. De aquellos cruces editoriales y de taller, salió el ordenador que inició la fiebre.

El nacimiento del Altair 8800 y su ecosistema

Altair 8800 especificaciones y bus S-100

Para hacer viable el proyecto, Roberts necesitaba una CPU barata. Negoció con Intel la compra de procesadores 8080 con defectos cosméticos por 75 dólares, cuando el precio oficial era de 360. Este último importe, por cierto, jugaba con el nombre del mainframe IBM System/360. En paralelo, el ordenador necesitaba un nombre. La propuesta vino de Lauren, la hija de 12 años de Les Solomon, que sugirió «Altair» porque era el destino de la Enterprise en un episodio de Star Trek que estaba viendo. Aquella ocurrencia bautizó al equipo que haría historia.

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El primer prototipo funcional del Altair se envió en octubre a Nueva York para las fotos del artículo de Popular Electronics, pero nunca llegó: se perdió por una huelga de Railway Express y se da por desaparecido desde el 4 de noviembre. Solomon, que había tomado fotos con anterioridad, escribió el artículo apoyándose en ellas, mientras Roberts fabricaba un sustituto. Todo cuadró justo a tiempo: el número de enero de 1975 llegó a los quioscos el 19 de diciembre de 1974, y el kit se puso oficialmente a la venta ese mismo día. MITS soñaba con vender 200 unidades en el primer año; el éxito fue tan rotundo que colocaron más de 2.000 en el primer mes, 200 en un solo día, y para agosto de 1975 ya llevaban unas 5.000.

El diseño original obligó a apilar tarjetas, porque los componentes de una «máquina completa» no cabían en una sola placa base. Además, muchas piezas clave no estarían listas para el lanzamiento, de modo que Roberts eligió un backplane minimalista que conectaba tarjetas extraíbles: CPU, memoria y más. Buscó conectores económicos y dio con los de borde de 100 contactos. Esa arquitectura se denominó bus S-100, que la comunidad profesional terminó reconociendo y estandarizando como IEEE-696.

La caja del Altair se componía de dos piezas: base con backplane y fuente de alimentación, y una tapa en forma de C que cubría parte superior y laterales. El panel frontal, inspirado en la Data General Nova, tenía 25 interruptores de palanca para control y entrada de datos binarios, y 8 LED rojos para leer respuestas. Con aquella interfaz, el usuario podía encender y apagar, manejar direcciones y datos, e introducir instrucciones a la vieja usanza. Era tosco, sí, pero por fin había un ordenador personal que cualquiera podía comprar.

Programar el Altair a pelo era un ejercicio de paciencia: se introducían los opcodes del 8080 con las palancas, uno a uno, y se guardaban en memoria con un interruptor especial. Con la venta inicial, los interruptores y luces eran la única interfaz, así que lo más vistoso eran programas que hacían parpadear LEDs. En seguida llegaron expansiones: un lector de cinta de papel para almacenamiento, más RAM y una interfaz RS-232 para terminales de teletipo, abriendo la puerta a usos mucho más cómodos.

La competencia no tardó. Seis meses después IMSAI lanzó su IMSAI 8080, con teclado, monitor y controlador de disquete. A Roberts le molestó, y dedicó tiempo a responder a ese reto en vez de mejorar su propio producto. Para 1976 el mercado ya tenía equipos mejor construidos, y cuando MITS exigió a las nuevas tiendas que vendiesen en exclusiva Altair, muchas respondieron apostando por la competencia. Paradójicamente, MITS quedó fuera del mercado que había creado, y Altair pasó de hito fundador a pieza histórica en un puñado de años.

  • Entre los sistemas conectados a esta historia destacan el Mark-8 de Jonathan Titus, el IMSAI 8080 y, como herederos de esa ola, Apple I y Apple II.
  • En algunas listas de referencias de la época se colaban menciones menores como «el chris», muestra del revoltijo de notas, autores y prototipos que bullían alrededor del naciente ecosistema.

Del Altair BASIC a Microsoft y la era del PC

Altair BASIC y el nacimiento de Microsoft

En ese contexto, MITS recibió una carta de una empresa llamada Traf-O-Data preguntando por un BASIC para el Altair. Al devolver la llamada, Roberts dio con una vivienda particular donde nadie parecía saber de qué se hablaba. En realidad, la carta venía de Bill Gates y Paul Allen, que vivían en la zona de Boston y aún no tenían el BASIC. Ambos se pusieron manos a la obra: construyeron un simulador del 8080 en un PDP-10, se impusieron un plazo de unas cuatro semanas para adelantarse a cualquiera, y cuando estuvo listo lo grabaron en una cinta de papel. Paul Allen voló a Albuquerque, cargó la cinta en un Altair, y el programa —conocido como MITS 4K BASIC— funcionó a la primera. Gates se unió enseguida y ambos fundaron Micro-Soft (con guion), el embrión de Microsoft.

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El Altair BASIC era un intérprete: ejecutaba las instrucciones según se introducían, en lugar de compilar antes. Tenía una sintaxis sencilla, ideal para principiantes, y se ajustaba al hardware con recursos minúsculos: cabía en 4 KB y permitía bucles de «HELLO, WORLD» en máquinas casi ascéticas. Hasta entonces el software se consideraba, en gran parte, un recurso de libre circulación; Microsoft introdujo licencias y un modelo en el que se cobraba por copia y por fabricante, encajando con la explosión del PC que estaba por llegar.

Con motivo del 50 aniversario de Microsoft, Bill Gates publicó el código fuente de Altair BASIC, al que llamó «el código más bello» —o «el más genial»— que había escrito. Lo compartió como un PDF con 157 páginas, escaneado a partir de una impresión de 30 metros de longitud repleta de ensamblador. Más allá del romanticismo, es una reliquia técnica sobre cómo se exprimía cada byte en los albores de la microinformática.

A partir de ahí, la joven empresa no paró. Microsoft se mudó a Washington y, para 1979, ya licenciaba su software a otros fabricantes. Colaboró con Steve Wozniak y Steve Jobs en AppleSoft BASIC, y a comienzos de los 80 firmó con IBM para suministrar el sistema del IBM PC. La jugada maestra fue comprar QDOS (Quick and Dirty Operating System), convertirlo en MS-DOS y retener los derechos de su propio derivado, un punto de inflexión que multiplicó el alcance de Microsoft más allá de un único cliente.

El Altair también inspiró a otros. Steve Wozniak contó que tener el kit delante le encendió la bombilla del Apple I. Compartió la idea en reuniones de aficionados, y junto a Steve Jobs pasó del prototipo a un producto real en 1976. Con el Apple II dieron el salto definitivo: teclado, color y altavoz integrados, una experiencia mucho más accesible que la de los conmutadores y LEDs. En paralelo llegaban equipos de Commodore, IMSAI, Atari y la británica Acorn (a menudo mal escrita como «Arcon» en algunos textos), y el propio gigante IBM decidió entrar en el juego del PC.

Mientras tanto, MITS y Roberts tomaron otro rumbo. Cansado de gestionar, Roberts vendió la empresa, se compró una granja en Georgia, estudió medicina y acabó ejerciendo como médico rural. Falleció en 2010 por una neumonía prolongada, y un día los sanitarios se quedaron de piedra al ver entrar a Bill Gates a visitarle; no es habitual que el fundador de un coloso tecnológico cruce la puerta de un hospital comarcal para despedirse de un viejo amigo.

Desde el Altair BASIC, la lista de hitos de Microsoft creció de forma vertiginosa. En 1981 llegó MS-DOS —adquirido originalmente a Tim Paterson y adaptado a IBM— y en 1985 apareció Windows 1.0, una capa gráfica sobre DOS que introdujo ventanas y soporte para ratón. Incluía Paint, Writer, Bloc de notas, calculadora, calendario y reloj, además de algún juego sencillo. Dos años más tarde se lanzó Windows 2.0, con ventanas superpuestas y atajos de teclado, y en la saga de los 90 se consolidó el giro masivo al escritorio con Windows 3.0 y 3.1 (1992), que popularizaron el Solitario, el Buscaminas y herramientas como Microsoft Access.

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En 1995, Windows 95 supuso un antes y un después: menú Inicio, barra de tareas y conexión telefónica a Internet en 12 idiomas. Después llegó Windows 98, la primera versión pensada específicamente para el consumidor doméstico. En 2000, Bill Gates cedió el puesto de CEO a Steve Ballmer —año también de Office 2000— y siguió una década marcada por la expansión de Microsoft Office, el dominio de Windows y el salto a nuevos territorios.

En 2001 debutó la Xbox, que no logró tumbar a la PlayStation 2, pero cimentó una presencia sólida en videojuegos. No todo fue un paseo: Microsoft encajó fracasos sonados como Zune y su apuesta por tablets, y la compra del negocio de Nokia (2014) para impulsar Windows Phone acabó mal; la marca terminó en manos de HMD Global en 2016. Aun así, la compañía siguió creciendo con decisión en otras ramas, como demostró la compra de LinkedIn por 26.200 millones de dólares.

También hubo una guerra silenciosa: la búsqueda en la web. Bing nació en 2009 y, aunque Google siguió siendo sinónimo de «buscar», el servicio de Microsoft no dejó de ganar terreno. De hecho, pasó de no superar el 3% en 2018 a arañar en torno al 11% en la actualidad. En 2014, Satya Nadella asumió el timón como CEO, y la estrategia viró con fuerza hacia la nube y los servicios, modernizando el perfil de la empresa sin perder su esencia de proveedor de software omnipresente.

Hoy, Microsoft es un actor clave en la nube con Azure —una de sus principales fuentes de ingresos—, en productividad con Microsoft 365 (con Copilot integrado en Word, Excel y compañía), en redes profesionales con LinkedIn y en videojuegos con Xbox. La inversión en OpenAI desde 2019 aceleró el despliegue de IA en productos como Bing (con DALL·E 2 y DALL·E 3), Windows Copilot (anunciado en mayo de 2023) y el asistente conversacional Microsoft Copilot, que sustituyó a Bing Chat. Tras décadas de dominio del escritorio, su suerte futura pasa por liderar esta nueva ola de inteligencia artificial.

En paralelo, Windows siguió actualizándose: 2000, XP, Vista, 7, 10 y 11 —este último lanzado en 2021—, con una cuota que en 2024 superaba el 60% del mercado de ordenadores personales. Puede haber vaivenes, pero el peso de Windows sigue siendo gigantesco. No está de más recordar que, en 1988, Microsoft ya era la mayor empresa de software en ventas, y que su salida a Bolsa en 1986 disparó el valor de las acciones. Todo esto, por cierto, sin olvidar que el primer producto vendido de la casa fue un BASIC de 4 KB que cabía en la memoria de un Altair 8800 y se cargaba desde una cinta perforada.

Para cerrar el círculo, conviene mirar atrás una última vez. Aquel enero de 1975, el Altair 8800 —2 MHz, 8 bits, 256 bytes de RAM ampliables hasta 64 KB— se ofrecía por 439 dólares en kit o 621 montado. No era precisamente «barato» si aplicamos la inflación, y su uso no estaba al alcance de cualquiera. Pero era lo bastante accesible como para que miles de entusiastas construyeran su ordenador en casa y se atrevieran a programarlo, un capítulo clave en la evolución de los ordenadores. De ese caldo de cultivo nacieron empresas, comunidades, estándares como el bus S-100 y, sobre todo, la certeza de que un ordenador podía ser personal. Y fue el Altair —con sus palancas, sus LEDs y su BASIC— el que convirtió esa certeza en realidad.

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