Qué significa que un dispositivo esté certificado con el estándar MIL‑810H

Última actualización: diciembre 17, 2025
Autor: Isaac
  • La certificación IP indica el nivel de protección frente a polvo y agua, con códigos como IP52, IP68 o IPX8.
  • El estándar MIL‑STD‑810H recoge pruebas ambientales extremas de temperatura, humedad, vibración, golpes, altitud, polvo, radiación solar y salinidad.
  • IP68 y MIL‑STD‑810H no se sustituyen, se complementan: una cubre polvo y agua, la otra condiciones ambientales severas.
  • Combinar buena certificación IP, estándar MIL‑STD‑810H y un control de calidad exigente da como resultado dispositivos mucho más robustos.

dispositivo con certificacion militar MIL-STD-810H

Hoy en día vivimos pegados al móvil, al portátil, al reloj inteligente… y ninguno de ellos está libre de sufrir caídas tontas, golpes, lluvia o cambios bruscos de temperatura. Basta dejar el smartphone encima de la mesa de una terraza, meterlo en un bolsillo lleno de arena o olvidarlo dentro del coche al sol para que empiecen los problemas. Por eso cada vez escuchamos más hablar de certificaciones como IP68 o MIL‑STD‑810H, pero no siempre queda claro qué implican en el día a día.

Si te estás preguntando qué significa que un dispositivo esté certificado con el estándar MIL‑810H, cómo se diferencia de las típicas protecciones IP52, IP68 o IPX8 y si de verdad merece la pena pagar más por ello, aquí vas a encontrar una explicación a fondo. Vamos a desgranar qué pruebas se realizan, en qué condiciones se testean los equipos, cómo se usa esa certificación en marketing y en qué casos te conviene buscarla al elegir tu próximo dispositivo.

Qué son las certificaciones IP y por qué se hablan tanto de IP52, IP68 y IPX8

Antes de meternos de lleno con el estándar militar, conviene tener claro qué son las clásicas certificaciones IP que hablan de protección frente a agua y polvo. Estas siglas proceden de “Ingress Protection” y se usan para definir de forma normalizada el grado de defensa de un aparato frente a la entrada de sólidos y líquidos.

El código IP siempre va seguido de dos caracteres numéricos (o una letra especial), que indican dos cosas: por un lado, el nivel de protección contra cuerpos sólidos como polvo o pequeñas partículas, y por otro, el grado de resistencia frente al agua u otros líquidos. Cada dígito está normalizado en una escala, lo que permite comparar fácilmente qué dispositivo protege mejor en cada caso.

En concreto, la escala de protección frente a sólidos va del 0 al 6, donde 0 es ausencia total de protección y 6 quiere decir que el equipo es hermético al polvo. En cuanto a los líquidos, la escala de protección se mueve entre 0 y 9, aunque en electrónica de consumo lo habitual es encontrarse hasta el nivel 8, reservado a dispositivos capaces de soportar inmersión prolongada en agua dulce a cierta profundidad. El nivel 9 (9K) se reserva para casos muy concretos, capaces de aguantar chorros a muy alta presión y temperatura.

Cuando ves en la ficha técnica que un móvil tiene certificación IP68, significa que está totalmente sellado frente al polvo (primer dígito 6) y además soporta inmersión completa en agua dulce (segundo dígito 8) durante un tiempo y profundidad definidos. De forma orientativa, muchos fabricantes garantizan que sus smartphones IP68 pueden sumergirse hasta 1,5 metros en agua dulce durante 30 minutos y continuar funcionando sin daños una vez fuera, siempre que las tapas y elementos de diseño se mantengan como salen de fábrica.

Ese mismo nivel de sellado frente a polvo también implica que el dispositivo no debería llenarse de partículas al llevarlo en el bolsillo o dentro de una mochila, algo muy habitual en el uso diario. De ahí que marcas como Motorola ofrezcan protección IP68 en modelos como sus gamas edge y moto g de última generación, orientados a usuarios que quieren tranquilidad extra en el uso cotidiano.

Por otro lado, la denominación IPX8 indica que el fabricante ha probado y certificado la resistencia al agua en inmersión, pero no ha llevado a cabo —o al menos no ha declarado— ensayos específicos contra el polvo. Esa “X” sustituye al primer dígito y señala la ausencia de evaluación formal en sólidos, aunque el diseño del dispositivo pueda tener detalles que ayuden a repeler partículas, como ocurre con las bisagras de algunos móviles plegables, que se han trabajado para frenar la entrada de polvo sin llegar a una certificación completa.

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Cuando te encuentras con un teléfono con certificación IP52, la historia cambia: aquí hablamos de un dispositivo que tiene un cierto grado de protección frente a polvo (no totalmente hermético, pero sí con limitación de entrada) y que es capaz de aguantar salpicaduras, lluvia ligera o pequeños derrames. En otras palabras, no está pensado para meterlo al agua, pero sí para sobrevivir a imprevistos típicos de la vida diaria, como que se moje ligeramente o reciba polvo moderado.

Qué es exactamente el estándar MIL‑STD‑810H

Una vez vistas las certificaciones IP, toca entrar en harina con lo que nos interesa: la famosa certificación militar MIL‑STD‑810H, abreviada muchas veces como MIL‑810H. Este estándar no es un sello más de marketing, sino un conjunto de pruebas desarrollado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos para garantizar que los equipos utilizados en entornos militares soportan condiciones ambientales muy duras.

La filosofía de la norma MIL‑STD‑810H es poner a prueba los dispositivos frente a escenarios reales de campo: calor extremo, frío intenso, humedad elevada, vibraciones, golpes, cambios de presión… Todo aquello que se pueden encontrar en misiones militares, transporte táctico o uso continuado en entornos muy exigentes. Con el paso del tiempo, muchos fabricantes civiles han adoptado este estándar para demostrar la robustez de sus productos.

Cuando un dispositivo se anuncia como compatible con MIL‑STD‑810H, lo que está indicando el fabricante es que el producto ha sido sometido a un conjunto de ensayos ambientales específicos definidos en el estándar, normalmente en laboratorios independientes acreditados. Estas pruebas replican, de forma controlada, situaciones que podrían dañar un equipo convencional y miden si el dispositivo sigue funcionando dentro de los parámetros esperados.

Es importante tener clara una idea: superar las pruebas MIL‑STD‑810H no convierte al dispositivo en indestructible. Lo que demuestra es que, bajo las condiciones concretas definidas por el ensayo (tiempos, temperaturas, humedades, intensidades de vibración, etc.), el equipo ha mantenido su funcionalidad. Aun así, es una muy buena referencia de que estamos ante un producto más resistente de lo habitual.

Además, el hecho de que se anuncie esa certificación en un portátil, un reloj deportivo o un móvil no significa que el propio Departamento de Defensa de Estados Unidos lo haya homologado para su uso militar. La responsabilidad de realizar y declarar las pruebas recae sobre el fabricante, que suele apoyarse en laboratorios externos especializados para dar mayor credibilidad a la certificación ante el consumidor y otros organismos.

Pruebas ambientales que se realizan en MIL‑STD‑810H

Dentro de la norma MIL‑STD‑810H existe todo un catálogo de métodos de ensayo que cubren distintos tipos de estrés ambiental. No todos los dispositivos pasan todas las pruebas, pero en electrónica de consumo se suelen destacar varias de las más relevantes que afectan a temperatura, humedad, vibraciones, golpes, altitud, polvo, radiación solar o salinidad.

Una de las más conocidas es la que somete el dispositivo a temperaturas extremas. En este tipo de ensayos se expone el equipo a calor elevado, que puede rondar los 60 °C, simulando, por ejemplo, la situación de dejar un smartphone olvidado dentro de un coche aparcado al sol en pleno verano. Del mismo modo, se prueban temperaturas de congelación que alcanzan los −20 °C para comprobar si el dispositivo sigue funcionando en ambientes gélidos.

También se realizan pruebas de choques térmicos, donde el equipo pasa rápidamente de un ambiente frío a otro caliente o viceversa. Esto reproduce situaciones en las que sacas el dispositivo de un interior climatizado a la intemperie en invierno o lo llevas de un exterior helado a una habitación caldeada, lo que puede provocar condensación y tensiones internas en materiales menos preparados.

Otro bloque importante es el de humedad elevada y lluvia intensa. En estos ensayos se mantiene el dispositivo durante largos periodos en cámaras con altos niveles de humedad relativa, recreando ambientes tropicales o situaciones con condensación constante. Además, se simula la exposición a lluvia directa y persistente, para valorar si el chasis, sellados y recubrimientos son capaces de proteger la electrónica interna frente a este tipo de agresiones.

Las pruebas de vibración y golpes mecánicos son clave para equipos que van a estar montados en vehículos, aeronaves o maquinaria pesada. Mediante plataformas vibratorias y sistemas de impacto se reproducen distintos perfiles de vibración (continuos y aleatorios) y golpes bruscos, midiendo si el dispositivo mantiene su integridad estructural y funcional cuando se ve sometido a esas fuerzas durante cierto tiempo.

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También se incluyen ensayos relacionados con la altitud y los cambios de presión atmosférica. Aquí se sitúa el dispositivo en cámaras que imitan la presión de gran altura, como la que se da en vuelos o en zonas montañosas, y se comprueba que sigue operando con normalidad, sin deformaciones ni problemas de disipación térmica anómalos.

Otro frente que cubren las pruebas MIL‑STD‑810H es el de exposición a polvo y arena fina. En este caso se hace circular aire cargado de partículas por el entorno del dispositivo para evaluar si el sellado, las rejillas y los mecanismos móviles son capaces de resistir la entrada masiva de estas partículas que, de otro modo, podrían obstruir ventilaciones, dañar conectores o erosionar componentes internos.

La radiación solar también está contemplada. En los ensayos de radiación UV y exposición prolongada al sol se intenta detectar posibles degradaciones de plásticos, recubrimientos, juntas o incluso de la propia pantalla tras someter al dispositivo a una dosis elevada de luz solar simulada durante muchos ciclos.

En entornos cercanos al mar, la salinidad del ambiente juega un papel muy agresivo. Las pruebas de niebla salina y salitre recrean condiciones típicas de zonas costeras, donde la humedad cargada de sales puede provocar corrosión y oxidación acelerada en tornillería, conectores, contactos y chasis metálicos. Superar estos ensayos indica que el dispositivo está mejor preparado para sobrevivir en estas regiones.

Con todo este conjunto de pruebas, un aparato que presume de MIL‑STD‑810H suele ofrecer una resistencia general muy superior a la de un producto convencional sin esa certificación, tanto a nivel de carcasa y diseño mecánico como en selección de materiales, ensamblaje y sellado de componentes internos.

Relación entre control de calidad, electrónica de consumo y estándar militar

La durabilidad de un dispositivo no depende solo de tener una pegatina con “MIL‑STD‑810H”. En la práctica, la vida útil de cualquier equipo electrónico de consumo está fuertemente ligada al diseño, los materiales elegidos y, sobre todo, al control de calidad en fábrica. Y aquí es donde entra en juego el papel de los fabricantes y de los llamados ODMs (Original Design Manufacturer).

Muchos productos de distintas marcas salen, literalmente, de las mismas factorías y líneas de producción. Sin embargo, no todos resisten igual el paso del tiempo. La diferencia suele estar en el nivel de exigencia que cada marca impone en las fases de prueba y validación, es decir, en el famoso QA (Quality Assurance) que determina qué unidades se aceptan y cuáles se descartan.

En el caso de las placas de circuito impreso o PCB, los fabricantes llevan a cabo inspecciones ópticas, pruebas por rayos X, verificaciones automáticas con visión artificial y mediciones eléctricas detalladas. El objetivo es detectar soldaduras defectuosas, componentes mal colocados, pistas dañadas, cortocircuitos, circuitos abiertos o cualquier desviación fuera de tolerancias. A esto se suman pruebas funcionales que simulan un uso real para asegurarse de que la placa responde como debe.

Los circuitos integrados o chips también pasan por una batería de ensayos: comprobaciones funcionales mediante sondas lógicas, medida de corrientes de fuga, ganancia, capacitancias, tiempos de conmutación y pruebas de estrés eléctrico y térmico. Con todo esto se descartan aquellos que no cumplen con las especificaciones deseadas, y se reservan los mejores lotes para productos más exigentes o de gama alta.

Algunas grandes marcas invierten más en ese control de calidad que otras, presionando a los ODM para que eleven el listón y desechen un mayor porcentaje de unidades. Esto se traduce, de forma bastante directa, en dispositivos más fiables a largo plazo, con menos fallos prematuros y mejor comportamiento bajo condiciones adversas, aunque todo ello implica un coste extra que luego se refleja en el precio final.

En el segmento militar, estos procesos se llevan todavía más lejos. Los equipos que deben estar a la altura de las especificaciones del Departamento de Defensa deben combinar controles internos muy estrictos con la superación de las pruebas ambientales recogidas en MIL‑STD‑810H. Históricamente ha habido empresas de semiconductores que aplicaban estos estándares de forma masiva a sus productos como estrategia para destacar por fiabilidad frente a la competencia, incluso cuando parte de esos chips acababan en el mercado civil.

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Hoy, con la popularización del concepto, muchos fabricantes de electrónica de consumo han visto en el estándar MIL‑STD‑810H una herramienta de marketing muy potente para vender robustez y confianza en sus ordenadores portátiles, relojes inteligentes, altavoces, cámaras, placas base y, por supuesto, smartphones. Que un producto haya pasado estas pruebas no lo convierte por arte de magia en un equipo militar, pero sí indica un nivel de resistencia que va más allá de lo habitual en gamas estándar.

Diferencias reales entre IP68 y MIL‑STD‑810H

Una duda bastante frecuente es si un móvil con certificado IP68 es equivalente a uno con MIL‑STD‑810H o si uno sustituye al otro. La respuesta corta es que no: son certificaciones complementarias que analizan cosas distintas y que, idealmente, pueden convivir en el mismo dispositivo.

Como hemos visto, la norma IP se centra en la protección frente a la entrada de polvo y agua. Es muy útil para saber si puedes usar el móvil bajo la lluvia, si aguantará una caída accidental al agua dulce o si el polvo del bolsillo no debería colarse dentro. Sin embargo, no dice nada sobre cómo responde el teléfono a golpes, vibraciones continuadas, cambios bruscos de temperatura o exposición prolongada a radiación solar intensa.

Por el contrario, el estándar MIL‑STD‑810H abarca un abanico mucho más amplio de condiciones ambientales extremas, pero no se detiene con tanto detalle en escenarios de inmersión en agua como lo hace una certificación IP68. De ahí que muchos fabricantes combinen ambos sellos: uno garantiza un alto nivel de protección frente a agua y polvo, y el otro certifica un comportamiento robusto frente a estrés térmico, mecánico y ambiental general.

En la práctica, para un usuario medio que solo quiere evitar sustos por mojar ligeramente el móvil o llenarlo de polvo, una buena certificación IP —por ejemplo IP68— suele ser suficiente. Le permitirá no preocuparse demasiado si el teléfono se salpica, si se cae en un lavabo de agua dulce o si lo usa bajo la lluvia. Sin embargo, si el dispositivo va a acompañarte en trabajos al aire libre, montaña, construcción, industria o viajes frecuentes a entornos extremos, contar además con MIL‑STD‑810H ofrece un plus de tranquilidad.

Por eso vemos cada vez más modelos que presumen de tener tanto IP68 como MIL‑STD‑810H a la vez. Es el caso de determinados smartphones de gama media y alta que se dirigen a usuarios exigentes con la resistencia: móviles que combinan protección frente a inmersión en agua dulce con la capacidad de soportar golpes, vibraciones, cambios de temperatura acusados, humedad intensa o ambientes con salinidad elevada.

Hay que recordar, de todos modos, que la existencia de una certificación IP68 o de una certificación MIL‑STD‑810H no implica que el dispositivo esté pensado para usarse sumergido de forma habitual ni manipularlo mientras está mojado, y mucho menos para cargarlo cuando tiene humedad en los conectores. Estas certificaciones indican que puede sobrevivir a determinados accidentes y usos razonables, no que sea un aparato para buceo o para maltratar sin ningún tipo de cuidado.

En resumen práctico: IP68 describe muy bien lo que pasa si se moja o entra polvo, y MIL‑STD‑810H describe qué tal aguanta todo lo demás (temperatura, vibración, caídas razonables, humedad costa, etc.). Cuantas más de estas protecciones reúna un dispositivo, más preparado está para acompañarte en entornos complicados sin fallar a la primera de cambio.

Cuando lees que un dispositivo está certificado con el estándar MIL‑STD‑810H, lo que tienes delante es un equipo que ha demostrado aguantar condiciones ambientales que dejarían fuera de juego a muchos productos convencionales. Si a eso se le suma una protección IP sólida y un buen control de calidad por parte del fabricante, estarás comprando un aparato mejor preparado para soportar el uso diario, los imprevistos y los entornos algo más extremos sin quedarse en el camino a las primeras de cambio.

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