- Actualizar controladores, ajustar opciones avanzadas de la WiFi y desactivar ahorros de energía agresivos mejora notablemente estabilidad y rendimiento en redes lentas.
- Limpiar programas, limitar apps en segundo plano, reducir efectos visuales y usar planes de energía de alto rendimiento libera recursos que también benefician a la conexión.
- Cambiar a DNS más rápidos y usar herramientas de monitorización y optimización de red ayuda a reducir latencia, controlar el ancho de banda y evitar procesos que saturan la línea.
- Comprobar el resultado con tests de velocidad y pruebas de ping permite validar qué ajustes funcionan realmente y afinar la configuración sin caer en cambios a ciegas.
Si tu conexión va a pedales y tienes Windows 11, no estás solo. Las redes lentas son un quebradero de cabeza cuando quieres trabajar en remoto, jugar online, hacer videollamadas o simplemente navegar sin esperas eternas. Lo bueno es que, con unos cuantos ajustes bien hechos, Windows 11 se puede afinar bastante para exprimir hasta la última gota de ancho de banda.
A lo largo de esta guía vamos a ver, paso a paso, cómo optimizar Windows 11 para redes lentas: desde poner a punto la tarjeta WiFi y la configuración de energía, hasta usar DNS más rápidos, programas especializados de optimización de red y trucos muy prácticos para comprobar si los cambios realmente funcionan. La idea es que termines con una conexión más estable, con menos lag y menos cortes, dentro de lo que te permita tu operador, claro.
Ajustar la tarjeta WiFi y sus controladores

El primer paso clave es revisar la tarjeta de red que usa tu PC (WiFi, Ethernet o adaptadores virtuales). En Windows 11 puedes ver todos los adaptadores, incluidos los de máquinas virtuales (VirtualBox, VMware), módems 4G o clientes VPN. Conviene identificar la tarjeta que realmente utilizas para conectarte a Internet antes de empezar a tocar nada.
Para entrar en la configuración avanzada, ve al listado de adaptadores de red, localiza tu interfaz WiFi, haz clic con el botón derecho y selecciona «Propiedades» y luego el botón «Configurar». Ahí es donde está todo el meollo: pestaña de controlador, opciones avanzadas, detalles del dispositivo, eventos y ajustes de administración de energía.
Dentro de las propiedades del adaptador inalámbrico verás una pestaña llamada «Controlador». Ahí aparecen la fecha y la versión del driver. Es importante que la fecha sea relativamente reciente y que el número de versión coincida con el que ofrece el fabricante en su web oficial (por ejemplo Intel, Realtek, Broadcom, etc.). Windows Update suele ir por detrás y muchas veces instala controladores más antiguos.
Actualizar el driver desde la web del fabricante no es un capricho: los controladores nuevos añaden compatibilidad, corrigen errores y mejoran el rendimiento. Un ejemplo clásico: tarjetas WiFi 5 veteranas que, con controladores viejos, no ven redes WiFi 6, y tras actualizar el driver empiezan a detectarlas sin problema. También se suelen cerrar agujeros de seguridad y se optimiza la forma en la que la tarjeta gestiona las tramas inalámbricas.
Además, las versiones recientes de driver suelen desbloquear nuevas opciones en el menú de «Opciones avanzadas». Si ves que en tu PC faltan algunos parámetros que aparecen en otras guías, lo normal es que sea por una de estas dos causas: tu tarjeta no soporta esa característica o el controlador está desfasado.
Opciones avanzadas de la tarjeta WiFi para redes lentas

Con el driver al día, llega la parte más jugosa: el menú de «Opciones avanzadas» de la tarjeta WiFi. Aquí puedes ajustar el comportamiento del adaptador para mejorar roaming, priorizar bandas, ahorrar o no energía y apurar el ancho de canal. No hace falta cambiarlo todo, pero conviene saber qué hace cada parámetro para redes lentas o conexiones inestables.
Uno de los ajustes más interesantes es la «Agresividad de itinerancia». Controla lo rápido que tu dispositivo decide saltar de un punto de acceso a otro (por ejemplo, del router principal a un nodo Mesh). Si tu portátil se empeña en seguir pegado al router aunque estés más cerca de otro nodo, puedes subir este valor a «Alto» o «Máximo» para forzar un cambio más rápido. Si vas saltando de habitación en habitación, te merecerá la pena.
Luego está el ancho de canal para cada banda (2,4 GHz, 5 GHz y 6 GHz). En la banda de 2,4 GHz, lo habitual es dejarlo en «Automático» para permitir hasta 40 MHz, salvo que haya muchas redes vecinas generando interferencias, en cuyo caso puede venir mejor forzar 20 MHz para ganar estabilidad aunque pierdas algo de velocidad máxima. En 5 GHz y 6 GHz, en cambio, tiene sentido mantenerlo en «Automático» para aprovechar canales de 80 o incluso 160 MHz si tu router lo soporta, algo especialmente útil cuando la red es lenta por saturación local.
Otro parámetro relevante es la «Banda preferida». Si tu router tiene band-steering y emite el mismo SSID en varias bandas, puedes decirle al adaptador que dé prioridad, por ejemplo, a 5 GHz (suele ofrecer mejor rendimiento que 2,4 GHz, aunque con menos alcance) o a 6 GHz si usas WiFi 6E y quieres una banda más limpia. Esto ayuda a evitar que el equipo se quede enganchado en 2,4 GHz cuando podría usar una banda mucho más capaz.
En tarjetas WiFi 6E suele aparecer una opción tipo «Banda ultraalta (6 GHz)», que conviene dejar en «Activado» para poder conectarte a esa banda sin problemas. En muchos casos viene activa por defecto con los últimos controladores, pero merece la pena comprobarlo.
Ajustes finos de energía y funciones especiales de la WiFi
Más abajo encontrarás un buen puñado de parámetros adicionales que influyen en el comportamiento de tu tarjeta, en especial cuando la red va justa de recursos. Algunos de ellos tienen que ver con el ahorro de energía y otros con funciones como WoWLAN (Wake on Wireless LAN).
Entre las opciones típicas aparecen «Coincidencia de patrones de reactivación», «Magic Packet de reactivación», «Descarga ARP para WoWLAN» o «Descarga NS para WoWLAN». Estas permiten que el equipo responda a ciertos tipos de tráfico de red sin necesidad de “despertar” completamente el sistema, o incluso encenderlo al recibir un paquete especial. Son interesantes en entornos corporativos o de administración remota, pero para un usuario doméstico, si la red es inestable o lenta, a menudo es mejor no complicarse y desactivarlas, salvo que las necesites expresamente.
También verás ajustes como «Fusión de paquetes» (combina tráfico broadcast/multicast para reducir interrupciones y ahorrar energía) o «Impulsar la capacidad de proceso». Esta última, cuando está activada, permite al equipo exprimir todo el ancho de banda disponible, aunque eso pueda restar recursos a otros dispositivos conectados a la misma WiFi. Si tu prioridad es que tu PC vaya lo más rápido posible, te interesa tenerla habilitada.
Otra sección importante es el «Modo de ahorro de energía MIMO (SMPS)», que controla cómo usa la tarjeta sus distintas antenas. Tienes varias variantes: sin SMPS (rendimiento máximo manteniendo todas las antenas activas), SMPS automático, dinámico o estático (estos últimos priorizan el ahorro de batería apagando antenas hasta que hagan falta). En portátil, si te preocupa la duración de la batería, puedes optar por automático o dinámico; si lo que buscas es apurar velocidad y estabilidad en una red lenta, la opción sin SMPS suele dar mejores resultados.
Además, es habitual encontrar los campos «Modo inalámbrico 802.11a/b/g» y «Modo inalámbrico 802.11n/ac/ax». En 2,4 GHz lo normal es dejar un modo mixto compatible con a/b/g (o el que recomiende el fabricante), mientras que en 5 GHz conviene elegir 802.11ax si tu tarjeta lo soporta, porque mantiene compatibilidad hacia atrás con ac y n pero saca partido de las mejoras del estándar WiFi 6/6E.
No te olvides de revisar «No compatible con canal de 40 MHz» (debería estar desactivado si quieres permitir anchos mayores en 2,4 GHz), la «Potencia de transmisión» (mejor en máximo para ganar cobertura y velocidad) y la «Protección de modo mixto», que suele dejarse en los valores por defecto con RTS/CTS activado para evitar colisiones cuando conviven dispositivos antiguos y nuevos.
Administración de energía en la tarjeta y en Windows
Además de las opciones avanzadas propias del adaptador, Windows 11 ofrece una pestaña de «Administración de energía» vinculada a la tarjeta de red. Aquí puedes permitir que el sistema apague la tarjeta para ahorrar batería, o que el dispositivo sea capaz de reactivar el equipo (por ejemplo usando Magic Packet). Aunque suene práctico, en escenarios de red lenta suelen dar más problemas que ventajas.
Si permites que el equipo desactive la tarjeta para ahorrar energía, te puedes encontrar con cortes aleatorios, reconexiones lentas o pérdidas de rendimiento cuando la batería está baja. Por eso, lo más sensato es desmarcar todas esas casillas para que la tarjeta WiFi mantenga un funcionamiento estable, independientemente del nivel de batería.
También es recomendable entrar en las «Opciones de energía» generales de Windows (desde Panel de control o desde la configuración moderna) y revisar, en la sección de configuración avanzada, el comportamiento del adaptador de red. La idea es que, tanto en el plan de ahorro, como en el equilibrado y en el de alto rendimiento, la tarjeta se mantenga configurada al 100% de su capacidad cuando estás conectado, en lugar de recortar potencia para arañar un poco de autonomía.
Si usas un portátil, dentro de «Opciones de energía» también puedes elegir el plan «Máximo rendimiento» o un perfil que priorice la potencia sobre la duración de la batería. Esto hace que la CPU, la GPU y la red funcionen de forma más agresiva, algo interesante cuando la conexión es lenta y quieres evitar cuellos de botella adicionales generados por la gestión de energía del sistema.
Consejos extra cuando la red va especialmente lenta
Aun con una configuración de tarjeta impecable, hay muchos factores externos que pueden tirar tu conexión por los suelos. Antes de volverte loco afinando ajustes, conviene revisar varios puntos básicos que, en la práctica, solucionan más problemas de lo que parece.
Un clásico de toda la vida: reinicia el router. Apágalo, espera unos 20 segundos y vuelve a encenderlo. Si la lentitud es algo puntual, muchas veces basta con esto para que el equipo recupere la velocidad normal. Si notas que el aparato se calienta demasiado o es muy antiguo, aprovecha para contactar con tu operador y pedir revisión; con suerte te cambian a un modelo más moderno.
Haz lo mismo con el ordenador: un reinicio limpia procesos colgados y conflictos de red que no siempre se aprecian a simple vista. No tienes que esperar entre apagado y encendido como con el router; apaga y vuelve a arrancar y comprueba si la cosa mejora.
Si utilizas una VPN, ten en cuenta que puede ser la principal culpable de la lentitud, sobre todo si es gratuita o si estás conectado a un servidor saturado o muy lejano. Prueba a cambiar de servidor o a desconectar la VPN temporalmente para ver si tu conexión gana velocidad. En el caso de VPN de pago, suele haber servidores optimizados para streaming o gaming que ofrecen mejor latencia.
La ubicación física también influye. Si estás en 5 GHz y el router está lejos o con varias paredes por medio, es normal que pierdas velocidad y sufras cortes. Acerca el router, usa repetidores o sistemas Mesh, o cambia temporalmente a 2,4 GHz si necesitas más alcance, aunque tengas menos velocidad teórica.
No olvides revisar la propia tarjeta Fast Ethernet. Si es muy antigua o no es Gigabit, puede convertirse en cuello de botella si tienes una conexión de fibra rápida. Por ejemplo, una tarjeta Fast Ethernet se queda en 100 Mbps máximos, aunque tengas contratados 300, 600 o 1000 Mbps. En ese caso, la única “optimización” efectiva es sustituir el adaptador por uno más moderno.
Cuando sospeches que el problema viene del proveedor, haz un test de velocidad por cable y por WiFi. Si los resultados están muy por debajo de lo contratado y no hay explicaciones internas claras (distancia, interferencias, saturación WiFi), lo mejor es llamar al operador para que revise la línea o el router. A veces hay incidencias de zona o problemas de saturación que solo ellos pueden resolver.
Optimizaciones generales de Windows 11 que ayudan a la red
Una parte importante del rendimiento de la red no solo depende de la WiFi o del router, sino de cómo de fino va el propio Windows 11. Un sistema cargado de programas innecesarios, servicios en segundo plano y efectos visuales puede consumir CPU, RAM y disco, y acabar afectando también a la experiencia online.
Empieza manteniendo el sistema al día: entra en Windows Update y revisa tanto las actualizaciones normales como las opcionales. Estas últimas incluyen muchas veces controladores de red más nuevos u otros parches que pueden influir en el rendimiento. Actualiza también las aplicaciones desde la Microsoft Store y, si usas programas externos (navegadores, suites de seguridad, etc.), asegúrate de que estén en su última versión estable.
Después, pasa a la limpieza de software: en el apartado de Aplicaciones > Aplicaciones instaladas, elimina los programas que no uses. Si echas algo de menos en la lista, abre el clásico Panel de control y entra en «Desinstalar un programa» para ver todo lo que hay realmente instalado. Cuanto menos bloatware y menos procesos residuales, mejor respirará el sistema y más recursos quedarán libres para gestionar la red.
También deberías revisar qué aplicaciones se inician con Windows. Desde el Administrador de tareas (Ctrl + Alt + Supr > Administrador de tareas > pestaña de inicio) verás el impacto de cada programa en el arranque. Deshabilita los que no sean imprescindibles, especialmente los que marcan impacto «alto». Esto no solo acelera el inicio, también reduce aplicaciones que, una vez abiertas, pueden consumir red en segundo plano.
Otro punto importante son las apps que se ejecutan en segundo plano. En Configuración > Aplicaciones > Aplicaciones instaladas, entra en las opciones avanzadas de cada aplicación y desactiva los permisos para que funcionen en segundo plano cuando no te haga falta. Evitarás que clientes, servicios y utilidades estén constantemente sincronizando datos y tirando de tu ya limitada conexión.
Efectos visuales, notificaciones y personalización para aligerar Windows
Puede sonar superficial, pero los efectos visuales de Windows 11 consumen recursos. Si tu PC va justo, la experiencia online se resiente, sobre todo cuando combinas navegador, juegos y videollamadas. Una forma rápida de aliviar carga es reducir o desactivar animaciones y adornos gráficos.
Desde Configuración > Accesibilidad > Efectos visuales puedes desactivar las animaciones, transparencias y otros efectos. El sistema se verá algo más sobrio, pero se sentirá más inmediato al abrir ventanas, cambiar de aplicación o mostrar menús. Esta sensación de fluidez ayuda cuando ya de por sí la red responde lenta.
Las notificaciones también pueden convertirse en una fuente de interrupciones y procesos. En Sistema > Notificaciones tienes opción de quitar sonidos, limitar qué apps pueden notificarte e incluso desactivar las notificaciones en la pantalla de bloqueo para mejorar la privacidad. Menos notificaciones implica menos ventanas emergentes, menos procesos asociados y menos ruido visual.
Hasta los fondos de pantalla influyen un poco. Si estás usando fondos animados o un carrusel que va rotando fotos, estás pidiendo trabajo extra a la GPU y al sistema. No es el cambio más radical del mundo, pero si quieres arañar todo lo posible, usar un fondo fijo simple o un color sólido deja más recursos disponibles.
Por último, puedes ajustar elementos de la barra de tareas desde Configuración > Personalización > Barra de tareas. Desactiva widgets, botón de chat y otros complementos que no uses. Sus procesos asociados dejarán de generar tráfico de red o consumir recursos en segundo plano.
Planes de energía, modo juego y rendimiento gráfico
Si juegas online o usas aplicaciones intensivas (edición de vídeo, videollamadas en alta resolución, etc.), merece la pena revisar cómo Windows 11 reparte recursos entre rendimiento y consumo. Esto afecta no solo a CPU y GPU, sino también a la estabilidad de red bajo carga.
En la sección de Juegos > Modo de juego, puedes activar este modo para que Windows detenga instalaciones de Windows Update durante las partidas, limite procesos en segundo plano y ajuste algunos parámetros para favorecer FPS y estabilidad. Aunque está pensado para juegos, también ayuda a que aplicaciones de red exigentes tengan prioridad cuando las estás usando.
Desde Configuración > Sistema > Pantalla > Gráficos puedes asignar «Alto rendimiento» a apps concretas (juegos, navegadores, herramientas de trabajo) de forma que siempre usen la GPU más potente disponible. Esto no acelera la red en sí, pero sí hace que los cuellos de botella no vengan por la parte gráfica cuando la conexión ya va corta.
En el Panel de control clásico, dentro de Hardware y sonido > Opciones de energía, puedes elegir el plan «Máximo rendimiento» o crear uno propio que mantenga el equipo “despierto” en cuanto a CPU, discos y red. De nuevo, el coste es más consumo y menos autonomía en portátil, pero a cambio reduces los tirones que se producen cuando Windows baja frecuencias o apaga dispositivos para ahorrar energía.
Existe también un ajuste menos conocido en las «Configuración avanzada del sistema» > Rendimiento > Efectos visuales, donde puedes marcar «Ajustar para obtener el mejor rendimiento». Esto quita prácticamente todas las florituras visuales del sistema y puede ayudarte a ganar unos cuantos FPS en juegos y mejorar la sensación de respuesta general, algo que se agradece cuando la red responde con latencia alta.
DNS, herramientas externas y programas de optimización de red
Además de los ajustes internos de Windows, puedes apoyarte en servicios DNS más rápidos y herramientas especializadas para pulir el comportamiento de tu conexión en redes lentas.
Un primer paso sencillo es cambiar los DNS que usa tu equipo. Por defecto se utilizan los de tu operador, pero puedes configurar Google Public DNS (8.8.8.8 / 8.8.4.4), Cloudflare (1.1.1.1) u otros servicios rápidos. Desde Configuración > Red e Internet > WiFi o Ethernet > Propiedades de la red, cambia la «Asignación de servidor DNS» a manual e introduce las direcciones que quieras usar.
Si quieres hilar más fino, existen herramientas como DNS Benchmark, que analizan múltiples servidores DNS y te indican cuáles responden más rápido desde tu ubicación. Solo hay que ejecutar la prueba y revisar qué servidores salen mejor parados para luego configurarlos manualmente en Windows.
Para la parte de parámetros TCP/IP, puedes recurrir a utilidades como SG TCP Optimizer. Este programa permite ajustar de forma automática (con un modo «Óptimo») o manual diversos parámetros de red de Windows relacionados con tamaño de ventana TCP, MTU, latencia, etc. Seleccionas tu velocidad de conexión en el deslizador, eliges la opción óptima y aplicas cambios en las secciones general y avanzada. Muchos usuarios notan un ping más estable y menos pérdida de paquetes tras aplicarlo.
Otra familia de aplicaciones se centra en el reparto de ancho de banda. Herramientas como NetBalancer permiten establecer prioridades y límites por aplicación, de forma que tu juego online o tu videollamada tengan prioridad alta, mientras que descargas, sincronizaciones en la nube o actualizaciones quedan con prioridad baja o limitadas en KB/s. De esta manera, incluso con una red lenta, evitas que una app tragona se lleve todo el caudal.
El control y la monitorización también son clave. Programas como GlassWire muestran qué procesos están consumiendo red, te avisan de picos de tráfico inusuales, permiten bloquear conexiones sospechosas y ayudarte a detectar «acaparadores» de ancho de banda. También son útiles para quienes tienen datos limitados, ya que puedes ver qué aplicaciones se llevan la mayor parte del consumo.
VPN y seguridad: cuándo ayudan y cuándo frenan
Las VPN de calidad pueden mejorar la estabilidad de la red en algunos casos, pero también introducir latencia y reducir velocidad si no se eligen bien. Servicios como ExpressVPN están pensados para minimizar el impacto en el ping y evitar restricciones del operador (como el throttling en ciertos servicios o juegos), utilizando servidores optimizados y funciones de seguridad adicional.
Dicho esto, cualquier VPN añade cifrado y rutas adicionales, así que si tu red ya es lenta de por sí, hay que valorar si te compensa. Es buena idea probar distintos servidores, especialmente aquellos geográficamente más cercanos o etiquetados como optimizados para juegos o streaming, y comparar tu ping y velocidad con y sin VPN para tomar una decisión informada.
En cuanto a seguridad, bloquear conexiones maliciosas o no deseadas también ahorra ancho de banda. GlassWire o firewalls avanzados permiten cortar procesos que se conectan a servidores sospechosos o que no necesitas. Menos conexiones paralelas significa más margen para lo realmente importante en una línea limitada.
Reparar la configuración de red de Windows cuando todo va mal
Si después de toquetear ajustes, probar programas y cambiar DNS, la red sigue funcionando mal o peor que antes, quizá hayas dejado algo colgando en la configuración de Windows. En estos casos, puede ser buena idea “resetear parte de la pila de red”.
Una opción es usar utilidades de terceros como Complete Internet Repair, que ofrece botones para vaciar la caché DNS, restablecer protocolos de Internet, reiniciar el catálogo Winsock, reparar SSL/HTTPS, devolver la configuración de proxy a sus valores predeterminados o restaurar el archivo hosts. Conviene usarla con cabeza: mejor aplicar solo la reparación que tenga sentido para tu problema, en lugar de marcarlo todo a la vez.
También puedes hacer esta limpieza a mano desde el Símbolo del sistema con permisos de administrador. Ejecuta, uno por uno y en este orden, comandos como:
- netsh winsock reset
- netsh int ip reset
- ipconfig /release
- ipconfig /renew
- ipconfig /flushdns
Estos comandos restablecen componentes clave de la red en Windows, liberan y renuevan direcciones IP y vacían la caché DNS. Tras ejecutarlos, reinicia el ordenador para que los cambios se apliquen por completo y comprueba de nuevo la conexión.
Otra posibilidad es usar la herramienta integrada de . Al ejecutarla, Windows desinstala y vuelve a instalar todos los adaptadores de red, y devuelve a sus valores de fábrica varios componentes de la pila de red. Ten en cuenta que perderás configuraciones personalizadas, clientes VPN y conmutadores virtuales, que luego tendrás que reinstalar o reconfigurar.
Cómo comprobar si la optimización ha funcionado
Después de todo este trabajo, toca la parte más importante: verificar si los cambios han tenido un impacto real. Muchas veces tenemos la sensación de que va mejor simplemente porque acabamos de trastear con la configuración, pero hay formas objetivas de medirlo.
Lo más directo es hacer tests de velocidad antes y después de las modificaciones. Puedes usar Speedtest by Ookla u otros servicios similares, mejor si repites varias veces en distintas condiciones: conectado a 2,4 GHz, a 5 GHz y, si tienes, a 6 GHz; con y sin VPN; cerca y lejos del router. Apunta resultados de descarga, subida y ping para ver si realmente has ganado algo.
No todo es velocidad máxima: la estabilidad y la latencia sostenida son igual o más importantes, sobre todo si juegas online o haces videollamadas. Para esto puedes usar el comando «ping» en una terminal de Windows, apuntando a un servidor estable (por ejemplo el DNS que uses) durante varios minutos. También hay herramientas más visuales como PingPlotter, que muestran si hay picos de latencia o pérdidas de paquetes a lo largo del tiempo.
Si has tocado ajustes de ahorro de energía (SMPS, administración de energía de la tarjeta, planes de energía de Windows), fíjate también en el consumo de batería y el uso de recursos en el Administrador de tareas. A menudo, desactivar modos de ahorro mejora notablemente la estabilidad y la latencia, a costa de acortar un poco la autonomía del portátil. Aquí tendrás que decidir qué te compensa más.
Con estas pruebas tendrás una visión bastante completa de hasta qué punto has conseguido que Windows 11 se lleve mejor con tu red lenta. Lo normal es que no logres duplicar la velocidad de la noche a la mañana, pero sí reducir microcortes, bajones de ping, problemas de roaming y, en general, esa sensación de “todo va pesado” cuando dependes de una conexión limitada.
Optimizar Windows 11 para redes lentas consiste en una mezcla de ajustes finos en la tarjeta WiFi, buena gestión de energía, limpieza de programas y servicios que chupan ancho de banda, uso inteligente de DNS y herramientas de optimización, y un poco de paciencia para probar, medir y corregir. Si combinas todas estas piezas con un router en condiciones y un operador que haga su parte, tu experiencia online puede mejorar mucho más de lo que parece a simple vista, incluso sin cambiar de tarifa.