- Ethernet ofrece estabilidad, baja latencia y seguridad frente a un WiFi más cómodo pero sujeto a interferencias, saturación y fluctuaciones.
- Consolas, Smart TV, ordenadores de trabajo, impresoras y cámaras IP rinden notablemente mejor cuando se conectan por cable que cuando dependen de la red inalámbrica.
- Soluciones como PLC, coaxial o FTTR permiten acercar el rendimiento del cable a zonas donde tirar Ethernet directo es complicado o poco práctico.
- La mejor estrategia es combinar WiFi y Ethernet, dejando el WiFi para dispositivos móviles y uso ligero, y reservando el cable para los equipos fijos y críticos.
La comodidad del WiFi nos ha malacostumbrado: enchufamos la consola, la tele, el portátil o la impresora a la red inalámbrica y listo, sin cables por medio y con la libertad de movernos por toda la casa. Es tan rápido de configurar que lo normal es que termines conectando absolutamente todo vía WiFi, desde el portátil del trabajo hasta la tablet del crío.
El problema llega cuando necesitas una conexión realmente estable: partidas online que se congelan en el momento decisivo, videollamadas que se cortan, películas que bajan de 4K a 720p sin aparente motivo o impresoras que “desaparecen” de la red justo cuando más las necesitas. En ese escenario, cambiar esos equipos clave a cable Ethernet marca un antes y un después, porque la experiencia deja de ser una lotería.
WiFi frente a Ethernet: algo más que velocidad máxima
Sobre el papel, las últimas generaciones de WiFi (WiFi 5, 6 o 7) son rapidísimas, con velocidades teóricas que rivalizan con muchas conexiones por cable. Pero la realidad del día a día es otra: la señal desde el punto de acceso tiene que atravesar paredes, lidiar con muebles, electrodomésticos, redes vecinas y todo tipo de interferencias. Esa “guerra invisible” hace que el rendimiento real se desplome o fluctúe sin previo aviso.
Lo notas en forma de microcortes, picos de latencia y tiempos de respuesta irregulares: páginas que tardan en cargar pese a tener buena velocidad contratada, juegos online que pierden sincronía, streaming que a ratos va perfecto y a ratos se pone a cargar. Ahí es donde el cable Ethernet juega con ventaja, porque establece una ruta directa y dedicada entre el dispositivo y el router, sin depender del aire ni compartir canal con los vecinos.
Una conexión Ethernet bien montada apenas sufre interferencias, mantiene una velocidad sostenida durante horas y reduce la latencia a valores muy bajos y, lo que es más importante, estables. Ese medio segundo de diferencia en la respuesta puede parecer poca cosa, pero en gaming, videollamadas o trabajo remoto marca una diferencia brutal en la sensación de fluidez.
Conviene entender que la batalla no va solo de megabits por segundo, sino de estabilidad prolongada en el tiempo. Puede que tu red WiFi “prometa” más velocidad que el puerto de red de un dispositivo, pero en la práctica, si está saturada o mal cubierta, la experiencia real suele ser claramente mejor por Ethernet.
Además, el cableado Ethernet te permite aprovechar mejor la velocidad contratada: con cables y equipos Gigabit (o superiores) puedes acercarte mucho a 1 Gbps de forma sostenida, algo que el WiFi solo logra en condiciones ideales, muy cerca del router y sin apenas interferencias.

Qué es realmente un cable Ethernet y por qué funciona tan bien
Cuando alguien habla de “cable WiFi” en realidad se refiere a un cable Ethernet, el típico cable de red de cobre con conector RJ45 que une tu dispositivo con el router, un switch o un punto de acceso. A diferencia del WiFi, que utiliza ondas de radio, aquí los datos viajan guiados por pares trenzados de cobre o fibra, lo que reduce enormemente el ruido y los errores de transmisión.
La tecnología Ethernet trabaja en full dúplex, es decir, puede enviar y recibir datos al mismo tiempo, y sus velocidades dependen tanto de la electrónica de red como de la categoría del cable: Cat 5e y Cat 6 permiten sin problema 1 Gbps, mientras que Cat 6a y superiores preparan el terreno para 2,5 Gbps, 10 Gbps y más en instalaciones exigentes.
En entornos domésticos y de oficina, el estándar es el Gigabit Ethernet: tramos de hasta 100 metros de cobre con un rendimiento muy estable, siempre que el cableado sea de calidad y esté bien terminado. Por encima de esas distancias o en edificios muy grandes, se recurre a la fibra óptica, que elimina por completo las interferencias electromagnéticas y permite tiradas mucho más largas.
Una de las claves del éxito de Ethernet es su bajísima tasa de errores: gracias al trenzado de los pares, al apantallamiento en ciertas categorías y a mecanismos de verificación como el CRC, la red descarta prácticamente todos los fallos en el enlace físico. Eso se traduce en menos retransmisiones, menos carga para la CPU y una sensación de “todo va fino” incluso con mucho tráfico.
Otro punto a favor es que el ancho de banda no se comparte por el aire: cada equipo cableado disfruta de su propio enlace dedicado hasta el switch o router, y a partir de ahí es el propio equipo de red el que distribuye el tráfico de forma conmutada. No hay colisiones en el medio físico, como sí ocurre en WiFi, donde todos los dispositivos compiten por un canal compartido.
Cuándo seguir usando WiFi y cuándo plantarse y tirar cable
No se trata de demonizar el WiFi, ni mucho menos. Es perfecto para móviles, tablets, portátiles que mueves por casa, altavoces inteligentes, domótica y, en general, cualquier dispositivo donde prime la movilidad y el consumo de datos no sea extremadamente crítico. La flexibilidad de poder conectarte desde el sofá, la cocina o la terraza no tiene precio.
Los estándares WiFi modernos ofrecen muy buen rendimiento si se dan varias condiciones: estar relativamente cerca del router, tener buena línea de visión, que no haya demasiadas redes vecinas en el mismo canal, y que el router y el dispositivo soporten tecnologías como WiFi 5/6 y bandas de 5 GHz o incluso 6 GHz en WiFi 6E.
El problema es que en la mayoría de hogares estas condiciones no se cumplen siempre: paredes gruesas, pasillos largos, routers mal colocados en un rincón, electrodomésticos y otros aparatos haciendo ruido electromagnético, y vecinos con sus propios routers saturando los canales. El resultado suele ser una conexión “suficiente”, pero con altibajos, ideal para redes sociales y navegación ligera, pero no tanto para usos exigentes.
Para mejorar el WiFi puedes recolocar el router, separar bandas, usar repetidores o un sistema mesh, pero aun así seguirás limitado por la naturaleza del medio inalámbrico: la latencia variará más que por cable, la velocidad bajará con la distancia y la red será más sensible a la saturación cuando haya muchos equipos conectados a la vez.
Por eso la estrategia ganadora en la mayoría de casas es híbrida: usar WiFi para lo que pide movilidad y Ethernet para lo que no puede fallar. Veremos ahora qué dispositivos concretos conviene conectar por cable siempre que puedas, y por qué el cambio marca tanta diferencia.
Dispositivos que deberían ir por cable sí o sí
Consolas y ordenadores para gaming
Si juegas online con cierta seriedad, el WiFi es tu peor enemigo silencioso. Un único microcorte, un pico de latencia o un paquete perdido en el momento clave pueden arruinar una partida competitiva, sacarte del servidor o hacer que tus acciones lleguen tarde y veas cómo te “matan” detrás de una pared.
Conectar la consola o el PC gamer por Ethernet reduce la latencia y el jitter al mínimo, estabiliza la comunicación con los servidores y evita buena parte de los problemas de sincronización típicos del WiFi. Plataformas como PlayStation 5, Xbox Series o la futura Nintendo Switch 2 (con base pensada para Ethernet) lo dejan claro: si quieres sacarles todo el jugo online, el cable no es opcional.
Además de mejorar el ping y la estabilidad, el cable acelera las descargas de juegos y actualizaciones. Los títulos actuales pesan fácilmente decenas o cientos de gigas, y que esos datos bajen de forma constante, sin altibajos, supone menos esperas para jugar. Un WiFi saturado puede empezar muy fuerte y luego caer en picado según se va llenando la red de casa.
Incluso si tu router está relativamente cerca de la consola, el cable sigue ganando: el WiFi puede verse afectado por otros equipos conectados, por interferencias de Bluetooth (mandos, auriculares) o por simples cambios de canal. En cambio, el cable ofrece una experiencia mucho más predecible partida tras partida.
Smart TV y dispositivos de streaming
El streaming es otro campo donde la estabilidad manda más que la velocidad punta. Netflix, Disney+, Prime Video, YouTube y compañía se adaptan a las condiciones de la red: si el ancho de banda fluctúa, bajan automáticamente la resolución y el bitrate, aunque tu conexión contratada sea sobrada.
Seguro que alguna vez has visto cómo un contenido pasa de 4K a 1080p o 720p sin que tú cambies nada, o cómo una serie se para cada dos por tres para cargar. Muchas veces el culpable no es el proveedor de streaming, sino la WiFi doméstica, que se viene abajo cuando toda la familia se conecta a la vez o cuando el WiFi tiene que atravesar varias paredes hasta el salón.
Al conectar la Smart TV o el reproductor (Chromecast, Fire TV, Apple TV, etc.) por Ethernet, la señal llega limpia y muy estable. Desaparecen la mayoría de pausas de buffering injustificadas, se reduce casi a cero el riesgo de caídas de calidad súbitas y, si tu conexión lo permite, puedes exprimir sin miedo contenidos en 4K HDR con bitrates altos.
Si, además, tu tele está rodeada de otros aparatos inalámbricos (barras de sonido con Bluetooth, mandos, consolas, etc.), el cable se vuelve todavía más recomendable. Los muebles metálicos o ciertas estructuras también pueden bloquear parcialmente la señal WiFi, mientras que el Ethernet no se entera de esos obstáculos.
Ordenadores de sobremesa y portátiles de trabajo
En el contexto del teletrabajo y las clases online, el ordenador de trabajo merece un trato especial. Videollamadas importantes, acceso remoto al escritorio de la oficina, VPN, subida de archivos pesados a la nube, sincronización de proyectos… todo eso se beneficia muchísimo de una conexión cableada estable.
Un simple adaptador USB-C a Ethernet en un portátil sin puerto RJ45 cuesta poco dinero y te ahorra un buen montón de disgustos: menos congelaciones en videoconferencias, menos cortes a mitad de una presentación, menos problemas para subir documentos críticos a tiempo. Con muchos dispositivos tirando de la misma WiFi, tu PC se ve obligado a compartir el aire con todos ellos.
Con un cable Ethernet, el ancho de banda que llega al PC es mucho más predecible, el ping se mantiene más estable y el caudal suele ser superior, especialmente si estás lejos del router o hay paredes de por medio. Esto se nota tanto en tareas del día a día como en trabajos más pesados, tipo edición de vídeo o trabajo con servidores y NAS.
También es cierto que, si tu portátil lo usas moviéndote por toda la casa, quizá no te apetezca estar enchufado al cable constantemente. En ese caso, una buena opción es tener un puesto de trabajo fijo (escritorio) con Ethernet, y usar WiFi solo cuando realmente necesites movilidad.
Impresoras: el eslabón débil del WiFi
Las impresoras son, probablemente, los equipos que peor fama tienen en WiFi. Es muy habitual que se desconecten solas, dejen de aparecer en la red, respondan con mucho retraso o, directamente, fallen justo cuando hay prisa por imprimir un documento importante.
Al cablear la impresora mediante Ethernet, buena parte de esos problemas desaparece. El equipo mantiene una dirección IP estable, la comunicación con el router es constante y, salvo avería, es raro que “se esfume” de la red. Mandas el trabajo, el sistema lo envía y la hoja sale, sin tener que reiniciar nada en medio.
Además, muchas impresoras solo se conectan a redes WiFi en 2,4 GHz, la misma banda en la que suelen operar la mayoría de dispositivos de domótica, bombillas inteligentes, enchufes, cámaras básicas, etc. Eso convierte esa banda en una especie de autopista saturada donde cada coche extra ralentiza el tráfico. Llevar la impresora al cable ayuda a descargar esa banda.
En entornos con seguridad inalámbrica avanzada (WPA2-Enterprise, WPA3, etc.), hay impresoras que ni siquiera soportan esos protocolos y obligan a crear redes separadas menos seguras. Conectarlas por Ethernet y gestionar su acceso mediante la configuración del router o switch suele ser una solución más limpia y más segura.
Cámaras IP y dispositivos IoT críticos
En el terreno de la seguridad, las cámaras IP y ciertos dispositivos IoT industriales deberían ir preferentemente por cable. Una cámara que se desconecta o baja de calidad justo cuando tiene que registrar algo importante es lo peor que te puede pasar, y el WiFi, con su naturaleza cambiante, aumenta ese riesgo.
La conexión Ethernet permite además aprovechar tecnologías como PoE (Power over Ethernet), que alimentan la cámara y transmiten datos por el mismo cable, reduciendo el número de puntos de fallo y facilitando la instalación en techos, exteriores o zonas alejadas de enchufes.
Desde el punto de vista de la ciberseguridad, el cable también aporta ventajas claras: no “irradia” la señal alrededor, es menos susceptible a ataques de denegación de servicio por saturación de aire, a intentos de suplantar el punto de acceso (evil twin) o a escuchas pasivas. No es que sea infalible, pero el atacante tiene que tener acceso físico a la red o al cableado.
En instalaciones profesionales se combina el cable con segmentación de red mediante VLANs, autenticación 802.1X en los puertos y monitorización constante del tráfico. Todo esto es mucho más fácil de gestionar de forma robusta sobre Ethernet que sobre una malla WiFi grande y dispersa.
Beneficios técnicos de Ethernet: velocidad real, latencia y estabilidad
Cuando ponemos números sobre la mesa, el cable se impone con bastante claridad. Una conexión Gigabit Ethernet bien configurada puede ofrecer alrededor de 940 Mbps sostenidos en pruebas reales, mientras que una red WiFi 6, aunque en teoría supere esa cifra, en la práctica se suele quedar muy por debajo en escenarios con interferencias o varios usuarios simultáneos.
La latencia en Ethernet dentro de una misma red local suele estar por debajo del milisegundo, con una variación mínima entre paquetes. En WiFi, esos tiempos pueden oscilar con facilidad entre 1 ms y 50 ms según carga, distancia, obstáculos y número de equipos, lo que introduce jitter y empeora la experiencia en usos sensibles al tiempo.
La estabilidad es otro de sus grandes puntos fuertes: una vez montada una red Ethernet con switches y cableado decentes, el rendimiento se mantiene prácticamente igual aunque pasen las horas o los días. Puedes dejar una copia de seguridad pesada durante toda la noche y, salvo corte de luz o fallo de hardware, no tendrás sorpresas.
En redes cableadas avanzadas se usan técnicas de redundancia y agregación como LACP (bonding de enlaces) o protocolos como STP/VRRP para asegurar que, incluso si un enlace o un router falla, el sistema siga funcionando con mínimas interrupciones. Eso está muy pensado para entornos profesionales, pero la base tecnológica es la misma en casa: cable = menos sustos.
Incluso en términos energéticos, Ethernet ha ido mejorando con estándares como Energy Efficient Ethernet (EEE), que reducen el consumo cuando el enlace está inactivo, algo relevante en entornos con muchos puertos activos, como oficinas y data centers.
Ventajas en ciberseguridad al preferir cable frente a WiFi
El WiFi, por su propia naturaleza, expone la red al exterior. Aunque uses cifrados modernos como WPA3, la señal se emite por el aire y puede ser capturada, analizada o atacada desde fuera de tu vivienda u oficina. Ataques como el deautenticado, la suplantación de puntos de acceso o los intentos de romper contraseñas siguen estando a la orden del día.
Una red cableada obliga al atacante a acercarse físicamente a la infraestructura: pinchar un cable, acceder a un switch, entrar en una sala de comunicaciones… No es imposible, pero es bastante más complicado que sentarse en la calle con un portátil y un adaptador WiFi potente.
En entornos regulados (finanzas, sanidad, administración), las guías de seguridad suelen recomendar minimizar el uso de WiFi para equipos que manejan información especialmente sensible. Ethernet permite además aplicar controles finos como autenticación por puerto (802.1X), segmentación estricta con VLANs, listas de control de acceso y cifrado en la propia capa de enlace con MACsec.
En el hogar, aunque no lleguemos a esos niveles de sofisticación, sí es buena idea cablear los dispositivos más críticos: ordenadores de trabajo, NAS con datos personales, cámaras de seguridad, etc. Menos exposición inalámbrica significa menos superficie de ataque y menos quebraderos de cabeza.
Por supuesto, nada sustituye a una buena higiene de seguridad: mantener el router actualizado, usar contraseñas robustas, desactivar redes invitadas que no uses, revisar periódicamente qué dispositivos están conectados y, si es posible, separar en una red distinta los equipos de domótica del resto de dispositivos importantes.