¿Existen diferencias entre driver y firmware? Explicación completa

Última actualización: diciembre 5, 2025
Autor: Isaac
  • El firmware es el código básico grabado en el propio dispositivo que da vida al hardware y se ejecuta en memoria no volátil.
  • Los drivers son programas del sistema operativo que actúan como intermediarios entre este y el hardware controlado por el firmware.
  • Firmware y drivers son tipos de software, pero se almacenan, actualizan y fallan de forma distinta, con impacto diferente en el dispositivo.
  • Actualizar firmware es más crítico y delicado que actualizar drivers o aplicaciones, por lo que debe hacerse solo con versiones oficiales.

Diferencias entre firmware y driver

En informática y electrónica se repiten una y otra vez palabras como firmware, driver y software, pero cuando rascamos un poco muchos usuarios no tienen claro qué es cada cosa ni cómo se relacionan entre sí. Es normal: todos se ejecutan como programas, todos tienen que ver con el hardware y, encima, a veces se actualizan casi a la vez.

Sin embargo, entender las diferencias entre driver y firmware es clave para saber por qué tu ordenador no arranca, por qué tu ratón no funciona bien o por qué tu router necesita una actualización crítica de seguridad. Vamos a poner orden, sin tecnicismos innecesarios, pero con el detalle suficiente para que, cuando acabes de leer, tengas el tema totalmente dominado.

Qué es exactamente el firmware

Cuando hablamos de firmware nos referimos al programa básico que gobierna los circuitos electrónicos de un dispositivo. Es un trozo de código que le indica al hardware qué hacer, cómo arrancar, qué comprobar al encenderse y cómo responder a las órdenes que llegan desde fuera.

Dicho de manera sencilla, el firmware son esas instrucciones primarias que dan “vida” al aparato. Puedes tener un montón de chips, sensores y cables, pero sin ese pequeño programa grabado en memoria, el dispositivo ni siquiera sabría encenderse o reaccionar al pulsar un botón.

Normalmente, el firmware se almacena en chips de memoria específicos, separados de la memoria principal que usa el sistema operativo. En casi todos los cacharros electrónicos hay al menos un pequeño chip ROM o memoria flash donde se guarda este código: desde un ratón USB hasta una lavadora o un router doméstico.

Gracias a este firmware se crea una interfaz mínima para configurar y controlar el sistema. Gestiona el encendido, el inicio de los componentes internos y las funciones más esenciales: qué se alimenta primero, qué se comprueba, cómo se comunican las piezas entre sí, etc.

Por su naturaleza, el firmware se considera a la vez parte de hardware y de software. Está incrustado físicamente en la electrónica, pero no deja de ser código. Es, en la práctica, el gran punto de unión entre las partes físicas del dispositivo y los programas de más alto nivel.

Ejemplos y presencia del firmware en tu día a día

Uno de los ejemplos más conocidos de firmware en un PC es la BIOS o la UEFI. Este pequeño programa es lo primero que se ejecuta cuando enciendes el ordenador: inicializa la placa base, comprueba la memoria RAM, detecta discos duros, tarjeta gráfica y otros componentes, y solo cuando todo está en orden cede el control al sistema operativo.

Más allá del ordenador, el firmware está prácticamente en cualquier dispositivo electrónico moderno. El mando de la tele incluye un minúsculo firmware que interpreta las pulsaciones de los botones y envía la señal correcta. Un periférico como el teclado o el ratón tiene su propio “cerebro” interno para saber qué hacer con cada tecla o movimiento.

En un móvil, el firmware interactúa directamente con el hardware del teléfono (pantalla, batería, módem, cámaras…) y con el sistema operativo para que todo funcione coordinado. Lo mismo ocurre en el router de casa, donde el firmware se encarga de gestionar la red, la conexión a Internet y las funciones avanzadas como el cortafuegos.

También hay firmware en reproductores de música portátiles, que se actualizan para soportar nuevos formatos de audio; en la electrónica de los automóviles, desde el sistema multimedia hasta la climatización; o en electrodomésticos como lavadoras y lavavajillas, que traducen los programas que eliges en ciclos de lavado, temperaturas y tiempos.

Incluso en sistemas de señalización como semáforos o paneles electrónicos encontramos firmware que coordina luces, tiempos y sensores para mantener el tráfico fluido y seguro. Muchas veces ni pensamos en ello, pero sin ese código grabado en memoria estos dispositivos serían solo cajas de plástico y metal sin utilidad.

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Cómo funciona el firmware y dónde se almacena

El papel fundamental del firmware es actuar como puente entre el hardware y el resto del software. Define cómo debe comportarse el dispositivo ante determinadas órdenes, qué hacer en el arranque, cómo comunicarse con el sistema operativo (si lo hay) y cómo ejecutar tareas internas sin intervención externa.

Para que pueda cumplir ese rol, el firmware se almacena en memoria no volátil, es decir, memoria que no se borra cuando apagas el aparato. Tradicionalmente se ha utilizado ROM, PROM o EPROM, y en la actualidad es muy común el uso de memoria flash, que puede reprogramarse en caso de necesitar una actualización del firmware.

En dispositivos muy sencillos, el firmware de bajo nivel es prácticamente el único “sistema operativo” que existe. Es el caso de un despertador digital, un mando a distancia o una pequeña controladora: todo lo que hace el aparato está definido en ese código, sin capas superiores.

En aparatos más complejos, el firmware se encarga de preparar el terreno para el sistema operativo. Durante el arranque, activa solo el hardware imprescindible, realiza comprobaciones básicas y, cuando todo está listo, pasa el control a Windows, Linux, Android o el sistema que corresponda.

Una característica importante es que, al necesitar conservarse de forma constante, el firmware suele estar bastante protegido frente a sobrescrituras accidentales, aunque esto no significa que no pueda actualizarse o, incluso, modificarse con fines maliciosos.

Tipos de firmware: de lo más simple a lo más complejo

No todo el firmware tiene la misma complejidad ni cumple el mismo papel. Podemos distinguir varios tipos en función de su posición en la pila de software y de su sofisticación, lo que ayuda a entender mejor cómo se estructura la lógica interna de un dispositivo.

Por un lado está el llamado firmware de bajo nivel. Este está tan íntimamente ligado al hardware que se suele considerar casi parte física del dispositivo. Suelen almacenarse en ROM o PROM y, en muchos casos, no están pensados para ser actualizados con facilidad, si es que se pueden reprogramar.

Este tipo se encuentra en aparatos con una única función muy concreta, como relojes despertadores básicos, ciertos mandos a distancia o pequeñas controladoras. Aquí no hay un sistema operativo complejo: el firmware es todo lo que hay, y define el comportamiento completo del aparato.

En un escalón superior tenemos el firmware de alto nivel. Este se guarda normalmente en memoria flash y sí está diseñado para poder modificarse y actualizarse. Se sitúa por encima del firmware más simple y permite tareas más sofisticadas, ofreciendo más flexibilidad y posibilidades al fabricante.

Por último, existe el llamado firmware de subsistema o de dispositivo. Es una forma especial de firmware de alto nivel que se ejecuta de forma relativamente autónoma respecto al software principal del sistema. Puedes encontrarlo en tarjetas de sonido, monitores, controladoras de discos, CPU modernas o tarjetas de red.

Diferencias entre firmware y driver

Una duda muy habitual es si firmware y driver son lo mismo. La respuesta es que no: aunque ambos son piezas de software que ayudan a que el hardware funcione, su papel, ubicación y forma de interactuar con el sistema son muy distintos.

El firmware es un código que se instala directamente en el propio dispositivo, en un chip de memoria independiente. Está siempre asociado a ese hardware concreto y se ejecuta dentro de él, controlando sus funciones más básicas o, en algunos casos, también tareas avanzadas.

El driver, en cambio, es un programa que se instala en el sistema operativo. Ni está grabado en el dispositivo ni forma parte física de este: se encuentra en el mismo disco duro o unidad de almacenamiento donde está Windows, Linux, macOS, Android, etc. Su misión es servir de intermediario entre el sistema y el aparato.

Podemos decir que el firmware actúa en el nivel de software más bajo que se comunica con el hardware, mientras que el driver se sitúa un poco más arriba, ya dentro del sistema operativo. El driver traduce las órdenes del sistema a un lenguaje que el dispositivo entiende y, al revés, interpreta la información que devuelve el hardware.

Hay una diferencia práctica clave: si formateas el disco duro de tu ordenador perderás los drivers instalados, pero el firmware de los dispositivos seguirá intacto dentro de sus chips de memoria. En cambio, si el firmware falla, el aparato puede no encender o quedar totalmente inoperativo, mientras que un driver defectuoso “solo” provocará que el sistema no lo use correctamente.

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Drivers: qué son y para qué sirven

Un driver (o controlador) es un tipo de software diseñado para “presentar” un dispositivo al sistema operativo y permitir que este lo maneje. Sin ese controlador, el sistema no sabría cómo hablar con la impresora, la tarjeta gráfica, la tarjeta de sonido o incluso con el propio touchpad del portátil.

Dado que hay muchísimos fabricantes y modelos de hardware, el sistema operativo no puede traer de serie soporte perfecto para absolutamente todo. Por eso, los propios fabricantes suelen desarrollar drivers personalizados para sus dispositivos, optimizados para sacarles el máximo rendimiento y habilitar todas sus funciones especiales.

Los drivers funcionan como una capa de abstracción entre el hardware real y el sistema operativo. El sistema no necesita conocer cada detalle interno del dispositivo; solo tiene que seguir las reglas que define el driver. Este, a su vez, se encarga de enviar las órdenes correctas al hardware y devolver los datos al sistema de forma comprensible.

Por esa razón, los controladores son delicados: un bug en un driver puede provocar fallos graves, cuelgues o pantallazos, porque están trabajando muy cerca del hardware. De ahí que los desarrolladores los cuiden especialmente y que su instalación y actualización suela requerir reiniciar el sistema.

En el ecosistema del software, los drivers son una forma más de programa. Pueden estar incluidos de serie en el sistema operativo, ser instalados desde un CD, USB o descargados de Internet, y se actualizan con cierta frecuencia para corregir problemas, mejorar compatibilidad o añadir soporte para nuevas funciones.

Relación entre firmware, driver y software “normal”

Si ampliamos un poco la perspectiva, veremos que firmware y drivers son realmente tipos específicos de software. El término software, acuñado por Alan Turing, engloba a cualquier conjunto de programas: sistemas operativos, aplicaciones, juegos, utilidades, drivers y, por supuesto, el propio firmware.

El sistema operativo es un tipo de software que proporciona el entorno de trabajo para todo lo demás: gestiona recursos, organiza archivos, administra la memoria y coordina la ejecución de aplicaciones. Sobre él se instalan tanto drivers como programas de usuario.

Los drivers son software especializado que el sistema operativo carga para poder comunicarse con el hardware. Sin ellos, muchas piezas del equipo simplemente no serían reconocidas o funcionarían solo parcialmente. En algunos casos, los sistemas incluyen drivers genéricos que permiten usar dispositivos básicos, aunque sin todas sus funciones avanzadas.

El firmware, por su parte, suele venir preinstalado de fábrica en los dispositivos y es imprescindible para que funcionen. Si falta el firmware o está dañado, el aparato no arranca o lo hace de forma errática. En cambio, si faltan los drivers oficiales, el sistema operativo puede recurrir a controladores genéricos para “apañar” la situación, aunque con limitaciones.

Dentro del mundo del software también encontramos programas de usuario (navegadores, suites ofimáticas, reproductores multimedia, juegos) y software malicioso como virus, troyanos o gusanos, que se aprovechan de vulnerabilidades, entre ellas, en ocasiones, fallos en firmware o drivers mal protegidos.

¿Actualizar firmware y drivers es lo mismo?

Aunque a menudo metemos en el mismo saco “actualizar el ordenador”, no es lo mismo actualizar firmware que drivers o programas. Cada uno tiene un propósito y un procedimiento distinto, y conviene diferenciarlos para evitar sustos.

Actualizar el firmware significa reemplazar el código que está grabado en el dispositivo. Esto se hace para corregir errores, cerrar agujeros de seguridad o añadir capacidades nuevas. Suele ser un proceso más delicado: si se interrumpe a mitad o se instala un archivo incorrecto, el dispositivo puede quedar inutilizable (“brickearse”).

En muchos aparatos de consumo, como routers, placas base o algunos dispositivos móviles, el propio fabricante ofrece herramientas o asistentes que guían el proceso. Aun así, sigue siendo algo menos trivial que descargar y ejecutar un instalador cualquiera, y no todos los usuarios se sienten cómodos haciéndolo manualmente.

En cambio, la actualización de drivers es, por lo general, más sencilla y está muy integrada en el sistema operativo. Windows, por ejemplo, puede buscar e instalar nuevos controladores de forma automática a través de Windows Update; otros sistemas tienen sus propios gestores. También se pueden descargar directamente de la web del fabricante.

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Las actualizaciones de software de usuario (programas, aplicaciones) son todavía más habituales y, en la mayoría de casos, se realizan de forma transparente: el propio navegador, suite ofimática o reproductor se mantiene al día sin que el usuario tenga que preocuparse demasiado más allá de aceptar la actualización.

En resumen, mientras el firmware se actualiza de forma más puntual y crítica, los drivers y el software se revisan con mucha mayor frecuencia, lo que hace que sus actualizaciones formen parte del mantenimiento rutinario de cualquier equipo.

¿Se puede hackear o modificar el firmware?

Aunque el firmware parezca algo distante y oculto, no deja de ser código ejecutable, y como tal se puede modificar. Eso significa que sí, el firmware puede ser “hackeado”, tanto con fines legítimos como con objetivos maliciosos.

Acceder a él suele ser bastante más complejo que instalar o desinstalar un programa normal. Requiere herramientas específicas, archivos de actualización concretos y, en ocasiones, un nivel de conocimientos técnicos considerable. Aun así, no es imposible, y basta con echar un ojo a foros de usuarios avanzados para ver ejemplos de firmware personalizados.

Ahora bien, la pregunta importante es si conviene tocar el firmware. En la gran mayoría de los casos, la respuesta es no. Cambiarlo sin saber exactamente qué se está haciendo puede romper el dispositivo, invalidar la garantía, abrir la puerta a vulnerabilidades de seguridad o dejar el aparato en un estado en el que no arranque.

Existen casos muy concretos en los que expertos modifican firmware para revivir equipos antiguos, añadir funciones que el fabricante no contempló o adaptar dispositivos a usos muy específicos. Pero hablamos de escenarios bastante alejados del usuario medio, y siempre con riesgos asociados.

Por eso, lo más recomendable es limitarse a instalar actualizaciones oficiales proporcionadas por el fabricante, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra y asegurándose de no interrumpir el proceso (por ejemplo, evitando cortes de corriente mientras se flashea el firmware).

Un caso práctico: ¿lo que programo es firmware o driver?

Para entender mejor la diferencia, imagina que trabajas con un controlador de motor paso a paso, por ejemplo un TMC5130, y quieres escribir en C el código que gestiona la comunicación SPI o UART y el acceso a sus registros internos. Surge la duda: ¿eso es firmware o un driver?

Si ese código en C se carga dentro del propio microcontrolador que gobierna el motor, y es ese mismo chip el que ejecuta las rutinas que hablan directamente con el TMC5130, entonces estás escribiendo firmware para ese sistema embebido. Es el programa que vive “dentro” del dispositivo y que decide cómo se comporta.

Si, en cambio, estás creando una biblioteca o módulo que se ejecutará en un sistema operativo (por ejemplo, en un PC o en una placa con Linux) y cuya función es ofrecer una interfaz genérica para que cualquier software del sistema se comunique con el controlador de motor, entonces estaríamos más cerca del concepto de driver.

En la práctica, en sistemas embebidos sin sistema operativo completo, la línea entre firmware y driver puede volverse un poco difusa, porque el firmware incluye a la vez la lógica de aplicación y las rutinas que controlan el hardware. Pero a nivel conceptual sigue siendo útil distinguir: el firmware es el código que vive en el dispositivo, mientras que el driver suele considerarse la pieza que integra ese dispositivo en un sistema operativo general.

Una buena forma de verlo es preguntarse: “¿este código se instala dentro del dispositivo o en el sistema que lo maneja?” Si se ejecuta en el aparato, hablamos de firmware; si se ejecuta en el sistema que lo controla (PC, móvil, servidor), estamos ante un driver u otro tipo de software.

Entender cómo se reparten los papeles entre firmware, drivers y software permite saber qué hay que actualizar, dónde buscar un problema y qué esperan de nosotros fabricantes y sistemas operativos. El firmware es la base invisible que da vida al hardware, los drivers son los traductores que conectan ese hardware con el sistema operativo y el software “normal” es lo que usamos a diario sobre esa infraestructura; cuando cada pieza cumple bien su función, el resultado es un dispositivo estable, seguro y que simplemente “funciona” como debe.

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