- Las turbinas Boom Superpower de 42 MW usan un núcleo supersónico para alimentar centros de datos de IA manteniendo potencia incluso con altas temperaturas y reduciendo el consumo de agua.
- Boom cierra 300 millones de dólares de financiación y un acuerdo de 1,21 GW con Crusoe, apoyándose en una superfábrica integrada con capacidad prevista de hasta 2 GW anuales.
- China prueba centros de datos submarinos y Microsoft diseña data centers casi sin agua, mostrando que la sostenibilidad energética y de refrigeración es clave en la expansión de la IA.
- La convergencia entre aviación, energía e infraestructuras digitales abre nuevas oportunidades para startups y regiones con recursos energéticos y talento deep tech.
La explosión de la inteligencia artificial está chocando de frente con un muro que hasta hace poco muchos subestimaban: la energía. Tanto el suministro eléctrico como el uso de agua para refrigerar centros de datos se han convertido en un cuello de botella que ya afecta a proyectos de IA en Estados Unidos, China y el resto del mundo. Lejos de ser un problema abstracto, está parando racks completos de GPU porque, literalmente, no hay suficiente electricidad ni agua disponible para mantenerlos funcionando a tope.
En este contexto aparece Boom Supersonic con un giro inesperado: aprovechar la tecnología de motores de su futuro avión supersónico para crear turbinas Boom Superpower pensadas para reducir el consumo de agua en datacenters y superar las limitaciones de la red eléctrica tradicional. A la vez, gigantes como Microsoft exploran diseños de centros de datos sin agua y China experimenta con data centers submarinos para aprovechar el enfriamiento natural del océano. Todo apunta a una misma idea: si la IA quiere seguir creciendo, habrá que reinventar cómo producimos y gestionamos energía y refrigeración.
Boom Superpower: turbinas de gas para la era de la IA

Boom Supersonic, conocida por su proyecto de avión comercial Overture, ha presentado Superpower, una turbina de gas natural de 42 MW basada en el núcleo de su motor supersónico Symphony. No es una anécdota ni un experimento menor: la compañía ha cerrado una financiación de 300 millones de dólares y un acuerdo por unos 1,21 GW de capacidad con Crusoe como cliente de lanzamiento, lo que supone encargar un total de 29 turbinas para alimentar centros de datos orientados a IA.
La jugada tiene doble filo estratégico: por un lado, Boom entra de lleno en el mercado de la infraestructura energética para hiperescaladores y data centers de IA, donde la flexibilidad y la rapidez de despliegue son críticas. Por otro, pretende que esta nueva línea de negocio ayude a autofinanciar el desarrollo y certificación de su avión supersónico de pasajeros, reduciendo la dependencia de rondas de inversión puramente aeronáuticas.
Detrás de Superpower está una idea sencilla pero potente: si los motores supersónicos ya están pensados para funcionar de forma estable a temperaturas extremas, ¿por qué no usar ese mismo núcleo para generar electricidad robusta y estable para centros de datos, sin penalizaciones de rendimiento cuando aprieta el calor y sin depender de sistemas de refrigeración por agua?
Blake Scholl, fundador y CEO de Boom, admite que la chispa del proyecto llegó al ver en X (antes Twitter) a desarrolladores y empresas comentando que tenían GPU paradas por falta de energía, no por falta de chips. Hablando con figuras clave del ecosistema, como Sam Altman, confirmaron que la verdadera limitación para la IA ya no son solo los semiconductores o el espacio físico, sino la capacidad de conseguir megavatios fiables en el lugar y momento adecuados.
Crisis energética en data centers y guerras por la interconexión
El auge de la IA está presionando tanto la infraestructura eléctrica que en Estados Unidos muchos proyectos se topan con redes saturadas, subestaciones sobrecargadas y colas de interconexión que se miden en años. Mientras tanto, países como China están construyendo capacidad eléctrica (carbón, gas, nuclear y renovables) a un ritmo casi de economía de guerra, para no quedarse atrás en la carrera de la computación avanzada.
Los grandes proveedores de nube y las empresas de IA se pelean por el mismo recurso escaso: acceso prioritario a megavatios en puntos concretos del mapa. Levantar nuevas líneas de transmisión y reforzar subestaciones es un proceso lento, muy regulado y con trámites que pueden tardar una década. La IA, en cambio, empuja con ciclos de producto de meses, no de años, lo que genera un choque brutal entre el ritmo tecnológico y la inercia de la infraestructura pública.
De ahí que estén proliferando las soluciones “detrás del contador”: en lugar de depender de la red, los data centers montan plantas de generación dedicadas junto a sus instalaciones, muchas veces basadas en turbinas de gas natural aeroderivativas. Proyectos como Colossus I y II de xAI en Memphis o Stargate I de OpenAI en Abilene ya exploran este enfoque, usando conjuntos de turbinas que derivan de motores a reacción adaptados para producir electricidad en lugar de empuje.
Esta tendencia refleja algo de fondo: cuando las redes públicas no escalan al ritmo necesario, el capital privado empieza a levantar sus propias capas de energía, red y cómputo. Boom se inserta exactamente en este movimiento, pero dando un salto más en cuanto a rendimiento térmico y consumo de agua.
Limitaciones de las turbinas actuales y el problema del calor

Las turbinas aeroderivativas tradicionales, basadas en motores a reacción subsónicos, fueron un gran avance frente a las enormes turbinas en bastidor usadas en centrales clásicas. Son más compactas, rápidas de instalar y flexibles. Sin embargo, arrastran un inconveniente importante: su diseño original está optimizado para volar a altas altitudes y temperaturas muy bajas, típicamente alrededor de -50°F.
Cuando se traen esos motores a nivel del suelo, sobre todo a zonas especialmente calurosas como Texas, la física hace su trabajo. A medida que sube la temperatura ambiente, baja el rendimiento de la turbina. Según el análisis de Boom, muchas de estas máquinas empiezan a perder capacidad a partir de unos 10°C (alrededor de 50°F) y, cuando se alcanzan los 43°C (unos 110°F), la salida eléctrica puede caer hasta un 30 % respecto a su potencia nominal.
Para compensar este bajón, no pocas instalaciones recurren a sistemas de enfriamiento por agua, ya sea con torres evaporativas o con métodos híbridos que consumen millones de litros al año. En regiones con estrés hídrico, esta solución empieza a ser inasumible, tanto por razones medioambientales como por presión social y regulatoria. El resultado es que muchos operadores se encuentran atrapados entre el calor, la escasez de agua y la exigencia de mantener el uptime a toda costa.
En plena crisis climática, seguir levantando data centers que dependan de enormes consumos de agua dulce para refrigeración es, simplemente, un modelo con fecha de caducidad. Y ahí es donde Boom presume de ofrecer algo distinto: una turbina que mantiene la potencia nominal incluso con calor extremo, y que además no necesita agua para evitar la degradación térmica.
Del motor supersónico Symphony a la turbina Superpower

La clave de Superpower está en reutilizar buena parte de la arquitectura del motor Symphony, diseñado para el avión supersónico Overture. A diferencia de los motores subsónicos convencionales, que tienen picos de esfuerzo térmico durante el despegue y luego se estabilizan a regímenes más suaves, un motor supersónico debe aguantar cargas térmicas muy elevadas de manera sostenida.
Symphony está concebido para volar aproximadamente a Mach 1,7 y 60.000 pies, donde las temperaturas efectivas en el motor pueden rondar los 160°F, muy por encima del entorno gélido típico de un reactor comercial. Traducido al mundo eléctrico, esto significa que su núcleo está preparado para operar con márgenes térmicos que dejan en evidencia a muchos diseños actuales de turbinas de generación.
Superpower toma ese núcleo y lo adapta: el compresor de alta presión (HPC) y la turbina de alta presión (HPT) son prácticamente idénticos a los de Symphony, compartiendo buena parte de la ingeniería y la cadena de suministro. La gran diferencia viene en el eje de baja presión. En vez del clásico ventilador de titanio de núcleo hueco orientado a empujar aire para propulsar un avión, Superpower añade dos etapas adicionales de compresores y una turbina de tres etapas conectada a un generador de alta eficiencia montado en un eje propio para transformar la energía mecánica en electricidad.
Otro ajuste importante es el combustible. Mientras que Symphony está optimizado para queroseno de aviación Jet A, Superpower se alimenta de gas natural, más adecuado para plantas de generación distribuidas junto a centros de datos. La combustión se adapta mediante boquillas específicas, pero la esencia del núcleo de alta presión se mantiene, lo que simplifica el desarrollo y la producción en serie.
Gracias a este diseño derivado de un motor supersónico, Boom asegura que Superpower es capaz de entregar 42 MW de forma constante incluso con 43°C de temperatura ambiente, algo muy relevante para climas desérticos o regiones con olas de calor frecuentes. Además, al estar optimizada para funcionar caliente, la turbina puede prescindir de sistemas evaporativos de agua para evitar pérdidas de potencia, reduciendo así drásticamente la huella hídrica asociada a los data centers que la empleen.
Telemetría, operación remota y mantenimiento predictivo
Superpower no solo hereda hardware de Symphony, también aprovecha la infraestructura software y de telemetría que Boom ha desarrollado para su demostrador supersónico XB-1. Cada turbina está preparada para enviar en tiempo real datos de rendimiento, vibraciones, temperaturas, consumos y otros parámetros críticos a una plataforma de monitorización centralizada.
Esta pila tecnológica permite control remoto avanzado, ajustes finos de operación y detección temprana de anomalías antes incluso de que el operador del centro de datos perciba un problema. En un entorno donde el tiempo de inactividad se traduce en pérdidas millonarias, poder programar el mantenimiento de forma predictiva y minimizar paradas imprevistas es un argumento de peso para cualquier hiperescala o empresa de IA.
Para los clientes, esto se traduce en algo muy tangible: más horas de cómputo garantizado con el mismo número de turbinas instaladas y menor exposición a fallos catastróficos. Para Boom, además, cada hora de funcionamiento de Superpower supone acumular horas de validación real del núcleo de Symphony en condiciones exigentes, lo que se convierte en un valioso atajo para acelerar la certificación del motor de su avión.
Scholl ha comparado esta estrategia con el “momento Starlink” de SpaceX: una línea de negocio paralela, complementaria pero distinta al producto estrella, que genera caja, valida tecnología y arma una base industrial capaz de sustentar el objetivo principal a largo plazo.
Financiación, acuerdo con Crusoe y superfábrica de turbinas
El salto de una idea a un producto real ha sido rápido. Según relata Boom, apenas pasaron unos tres meses desde que el equipo de ingeniería esbozó la propuesta de Superpower hasta que la compañía firmó un contrato por 1,21 GW con Crusoe y comenzó la fabricación de la primera turbina. En paralelo, cerró una ronda de 300 millones de dólares para financiar el despliegue inicial y la construcción de la infraestructura industrial necesaria.
Crusoe Energy, centrada en soluciones energéticas y de cómputo para aplicaciones intensivas como la IA, se convierte así en cliente de lanzamiento de estas turbinas de 42 MW. El contrato global ronda los 1.250 millones de dólares en valor total, y prevé suministrar más de 1 GW de capacidad a partir de 2027, integrando las turbinas en centros de datos orientados a entrenamiento y despliegue de modelos de inteligencia artificial.
Para Boom, este acuerdo no solo valida el interés del mercado por su propuesta, sino que abre la puerta a un modelo donde la línea de turbinas y la línea de aviación se retroalimentan. Los ingresos de Superpower pueden sostener, en parte, el desarrollo del avión Overture y el motor Symphony, mientras que las mejoras en el núcleo supersónico aportan eficiencia y fiabilidad a las futuras generaciones de turbinas de generación eléctrica.
Para poder escalar, la empresa está levantando lo que denomina una Superfábrica de Superpower, basada en un modelo de integración vertical agresivo. La idea es que, literalmente, “entren materias primas por un lado y salgan paquetes completos de turbinas por el otro”, evitando en lo posible los cuellos de botella de la cadena de suministro aeroespacial tradicional, que ya está saturada con otros programas.
El plan incluye invertir en su propia fundición y capacidad de mecanizado CNC a gran escala, de forma que buena parte de los componentes clave se fabriquen internamente. Boom afirma que ya ha comenzado la producción de las primeras piezas y que está adquiriendo el equipamiento necesario para alcanzar una capacidad de hasta 2 GW de turbinas al año. Se espera que la compañía comparta más detalles de esta factoría integrada a principios de 2026, alineando el ramp-up con la creciente demanda energética de la IA.
